Multitud de opiniones favorables y contrarias a la candidatura de
Caroline Kennedy he leído en los últimos días en mi búsqueda de nuevos datos para escribir este blog. Tengo casi 20 años, y desde que me interesa la política he tenido opinión sobre ella. Sin embargo, siempre que me posiciono sobre algún tema o alguna persona, salta alguien que me lleva la contraria. Y curiosamente, llevarme la contraria hace que me ponga a dudar. Pero he llegado a un punto en que he dicho “basta”.
Como ya he dicho en anteriores entradas, el problema de
Caroline Kennedy es tener poca experiencia política y utilizar su apellido para alcanzar el poder. Ante esto, se abre el debate de si una persona poco o nada experimentada debe presentarse a un cargo público, y si se debe permitir la existencia de dinastías políticas al estilo de las familias reales. En todo el mundo vemos como cada día, personas sin experiencia llegan a ocupar un cargo público: se acusaba a
Barack Obama de falta de experiencia, pese a que había sido senador durante unos 7 años, al igual que se acusaba a
Sarah Palin pese a que había sido alcaldesa de Wasilla y ejercía de Gobernadora de Alaska. ¿Acaso tenían experiencia
Ronald Reagan y
Arnold Schwarzenegger a la hora de presentarse a Gobernadores de California? La respuesta es no, y sin embargo, ambos llevaron y llevan su gobierno y su gestión de una manera más que aceptable, independientemente de su color político, ambos republicanos. Por el contrario, ¿tenían experiencia política
Lyndon B. Johnson y
George W. Bush antes de ocupar la Presidencia? En este caso la respuesta es sí, y mucha, y ambas presidencias fueron desastrosas.
Sin embargo, lo que interesa en estos dos casos no es la experiencia, sino
las ideas y la fuerza de voluntad de la persona que se presenta a dicho cargo público. En mi opinión, prefiero a un poco experimentado
Barack Obama, que a un muy experimentado
George W. Bush. Confío en
Obama, igual que la mayoría habréis confiado en su día en
Bill Clinton, y por lo tanto, no tengo reparos en expresarle mi apoyo. Confío plenamente en
Caroline Kennedy, y aunque desconozca gran parte de sus ideas, sé que estas no son precisamente malas, sabiendo las opiniones y acciones que ha realizado, y sabiendo también de la familia de la que proviene y la educación que ha recibido. Por otra parte, nos daba miedo
Sarah Palin, nos ha dado miedo
George W. Bush, y a todos nos daría miedo que
Jeb Bush se presentase a senador en una eventual carrera por la Casa Blanca, aunque los dos tienen una gran experiencia. Por lo tanto lo que importan son las ideas, y no la experiencia.
En cuanto a las dinastías políticas, las vemos por todas partes: los
Kennedy, los
Clinton, los
Bush, los Bhutto, los Nehru-Ghandi, etcétera. Y, ¿qué crítica se vierte contra las familias políticas? A principios de las primarias demócratas de 2008, la propia
Michelle Obama se pronunció en un mitin en contra de las familias políticas, en clara referencia a los
Clinton. Si hoy fuera presidenta
Hillary Clinton, dos familias habrían gobernado Estados Unidos desde 1980 hasta 2016: 36 años de presidencias y vicepresidencias de los
Bush y los
Clinton. Pero ahora no nos encontramos ante ese supuesto:
Obama ha roto la inercia pese a que
Hillary Clinton sea Secretaria de Estado.
Si nos fijamos concretamente en los
Kennedy, hablar de familia política es correcto, pero incorrecto si nos referimos al poder estrictamente hablando.
John F. Kennedy solamente gobernó tres años,
Robert fue senador por Nueva York y no llegó a la Presidencia por culpa de otros cuantos disparos.
Ted Kennedy, por su parte, ocupa
el escaño de senador por Massachusetts, desde 1962, y ahora su sobrina pretende ocupar el de senadora por Nueva York ante una probable muerte del anterior en los próximos meses. Pues bien, yo no me opongo a ellos. Me opongo a otra Presidencia
Clinton porque no me gustan los
Clinton, aunque me caigan simpáticos. Y me opongo a muerte a que otro
Bush llegue a la Casa Blanca aunque sea como ministro, porque todos detestamos a los
Bush. Sin embargo, me encantan los
Kennedy, me encanta su historia, y comparto la mayoría de sus ideas.
JFK fue un excelente Presidente,
RFK tenía muy buenas intenciones cuando se presentó y nunca sabremos cómo habría actuado, y
EMK ha sido uno de los mejores senadores de la historia de Estados Unidos. Entonces, ¿por qué oponerme a que
Caroline Kennedy ocupe un cargo político?
Por sus ideas y valores, muchos habríamos deseado una reelección de
John Kennedy en 1964. Al terminar sus ocho años de mandato (1960-1968), nos hubiera gustado ver a
Bobby en la Casa Blanca en 1968, y el destino nos hubiera mostrado si hubiera valido la pena repetir. Por otra parte, ante la desastrosa Presidencia de
Jimmy Carter (1976-1980), no hubiera estado mal que
Edward Kennedy le ganase en las primarias de 1976 y hubiera ocupado la Casa Blanca. Mejor
Kennedy que Nixon, mejor
Kennedy que Johnson, mejor
Kennedy que
Carter, y mejor
Kennedy que
Reagan; mejor hubiera sido que
John John Kennedy se hubiera presentado en 1999 a las primarias, o que a
Al Gore le hubieran permitido ser Presidente antes que a
Bush. Y mejor será una Presidencia de
Caroline Kennedy que no una de
Jeb Bush o de la famosa
Sarah Palin. Ante esa última espantosa hipótesis, y ante la experiencia de
Sarah Palin o la experiencia de
Jeb Bush, me quedo con la inexperiencia de la Princesa de Camelot.